El 22 de febrero, la nación conmemora el cumpleaños de George Washington, primero declarado feriado nacional por el Congreso el 31 de enero de 1879.
Hoy en día, pocos estadounidenses recuerdan la fecha de nacimiento de Washington en gran medida porque en 1968 el Congreso aprobó una legislación para "observar los feriados anuales legales ciertos días festivos legales los lunes". Así que las conmemoraciones de Washington y Lincoln se unieron en un día presidencial (o presidencial).
Este brebaje tiene la virtud de darles a los estadounidenses un fin de semana extendido garantizado cada febrero. Tiene la desventaja de desdibujar el motivo de las vacaciones y hacerlo inútil como una ocasión para la memoria colectiva.
En verdad, el cumpleaños de Lincoln nunca fue universalmente honrado. Si bien la mayoría de los historiadores clasifican a Lincoln como quizás el más grande de todos los presidentes estadounidenses, esta no es una opinión ampliamente compartida en el Sur. Fue su elección, después de todo, lo que precipitó la Guerra Civil o, como la tendría el Sur, La guerra entre los Estados.
Washington, por otro lado, aunque un sureño, ha sido venerado como "el primero en los corazones de sus compatriotas". Washington ciertamente fue la persona que, al negarse a aceptar un título real y al declinar postularse para un tercer mandato como presidente, allanó el camino para la democracia. Pero él es un héroe con dos pies grandes de arcilla. Él poseía esclavos y los manumía solo en su testamento. Durante su vida, envió a los atrapadores de esclavos detrás de una de sus esclavas que escaparon a Nueva Inglaterra.
El cumpleaños de Washington plantea lo que ahora es solo una curiosa nota al pie. El registro de nacimiento de Washington muestra que nació el 11 de febrero de 1731. Entonces, ¿por qué celebrar el día 22? Gran Bretaña en ese momento usó el calendario juliano, cambiándolo al actual en 1752. Las fechas se adelantaron por un año y 11 días. Cuando se produjo el cambio, hubo disturbios en Londres, ya que la gente exigía que el gobierno devolviera el año que les habían robado.
El pánico causado por un cambio en la forma en que se calcula el calendario parece absurdo. Nuestra comprensión está más basada en cómo son las cosas realmente, no simplemente como parecen ser. Al menos nos gusta pensar eso. Pero cuanto más descubrimos sobre el comportamiento humano, más nos damos cuenta de lo mucho que la parte primitiva e irracional del cerebro impulsa nuestras percepciones y nuestro comportamiento.
Es una triste esperanza que los cumpleaños de Lincoln y Washington nos detuvieran a reflexionar sobre nuestra herencia estadounidense común. Pero si solo prestamos atención y vemos nuestra historia en una luz honesta, nos señalará un ideal que nunca se ha logrado, pero que aún vale la pena seguir.
Los cerebros irracionales pueden ser domados por nuestras capacidades racionales. Esta era la esperanza de Platón y los filósofos desde entonces. Washington y Lincoln fueron filósofos prácticos y ambos se aferraron a la idea de que nuestras mejores naturalezas pueden ganar al final. A través de ellos pudieron dominar las llamas de la irracionalidad que ahora consume nuestra política nacional.