Mi hijo consiguió un gecko de leopardo para su cumpleaños hace un par de meses. Es una pequeña criatura interesante (la salamanquesa), y además de la dieta de los grillos vivos, ha sido un buen complemento para nuestra familia.
La otra noche estaba cocinando platos cuando escuché a mi hijo gritar: "¡Mamá, ven aquí, rápido!"
Los padres de niños de 12 años saben que eso no suele ser algo bueno.
Corrí escaleras arriba, abrí la puerta de su dormitorio y lo encontré en el piso frente al tanque del geco.
"Mira", dijo. "Él está derramando su piel".
Efectivamente, el geco se estaba frotando la cabeza contra la pequeña cueva en su tanque. Una delgada capa blanca de piel comenzó a desprenderse. Y así sucesivamente, retirándose un poco más cada vez que se frotaba contra la áspera cueva.
Estaba hipnotizado.
Me senté y observé cómo el geco se abría paso hasta salir de su piel, hasta que se sentó allí, completamente nuevo, pero igual. Y no pude evitar pensar en la forma en que soy como ese gecko.
Primero, después de haber pasado por el proceso de pérdida de peso muy público durante mi año como columnista del diario de pérdida de peso de la revista Shape, sé muy bien cómo se siente ser el mismo, pero diferente. La gente vio la "nueva piel" de mi cuerpo más pequeño, pero por dentro, no me sentí diferente. Perder peso es una transformación física, pero los viejos sentimientos no necesariamente desaparecen solo porque aparece la nueva piel.
No, lo que aprendí a través de ese proceso -y a través del proceso de escribir mi libro sobre madres, hijas e imagen corporal– es que la autoaceptación es realmente una transformación mental, y que depende menos de la "piel" que mostramos al mundo de lo que podríamos pensar Cuántas veces hemos dicho o escuchado a alguien decir: "Cuando pierdo 10 libras más, estaré contento" o "Lo haré después de perder peso".
La cuestión es que perder peso no trae la felicidad garantizada y la autoaceptación que a veces pensamos que sucederá. Dejar caer esas viejas actitudes hacia nuestros cuerpos requiere un esfuerzo consciente y mucho trabajo, así como el geco trabajó para mudar su piel, debemos trabajar para eliminar los sentimientos del cuerpo que nos han detenido.
Al observar a ese geco, recordé que en cualquier momento, la elección es mía. Puedo dejar de lado el pensamiento negativo. Puedo dejar viejos hábitos atrás. Puedo elegir tomar decisiones desde un lugar diferente.
Al igual que el geco dejó su vieja piel en la arena, puedo dejar atrás mis viejos pensamientos y hábitos, confiando en la belleza de lo nuevo.